Los chopos centenarios de la Virgen de la Granja
Entre las riquezas patrimoniales que existen en
los pueblos de la provincia de Guadalajara, Yunquera de Henares, dispone de un
parque forestal en su término municipal que alberga en su seno el santuario de
Nuestra Señora de la Granja, patrona del pueblo. El enclave de la ermita y sus
alrededores, es un lugar privilegiado. El parque de la Virgen de la Granja,
está circundado por el arroyo de Majanar y parte de su cuenca sirve para
encauzar numerosas venas acuíferas. Éstas proporcionan agua potable y
cristalina a tres fuentes y a varios manantiales. Este lugar se puede
considerar como el de mayor abundancia de agua del término municipal. La ermita
se alza en las postrimerías del Campillo, formando la cuenca forestal del
arroyo, un auténtico vergel que vino a reemplazar al antiguo bosque de olmos
desaparecido. Esta flora está constituida por: Sauces, magnolios, abetos,
pinos, abetos azules, nogales y chopos. En los serpenteantes arroyuelos y las
diminutas cascadas abundan, el musgo y los berros. No obstante, de toda esta
joven naturaleza, destacan dos chopos centenarios. Su perímetro es necesario,
para abarcarlo, tres hombres cogidos por las manos. Estos chopos muy abundantes
en la cuenca del río Henares, prestan su sombre a excursionistas y hombres del
campo en las pausas en las faenas labriegas. Pero estos dos gigantescos chopos
que han sido testigos mudos de romerías, fiestas, rondas de quintos, meriendas
y del permanente peregrinar de los vecinos del pueblo a la Virgen. Estos
vetustos árboles, están heridos de muerte y en peligro de extinción. Ambos
presentan una gran oquedad en el interior de su tronco. Los dos ejemplares se
encuentran, prácticamente sin corazón, sólo las capas más superficiales y la
corteza proporcionan a las ramas, en la copa soporte y nutrición. En estas
condiciones están expuestos a la humedad, su principal enemigo en invierno,
avanzando la podredumbre de sus fibras. En estos huecos también se alojan todo
tipo de animales e insectos, debilitando el paso de la sabia de las raíces a
las ramas. Por último, para ciertos visitantes, estos agujeros son confundidos
con mucha frecuencia, con papeleras y contenedores de residuos y basura. Ante
esta situación, es urgente que se aplique un tratamiento de choque a estos dos
ancianos del parque. Es preciso que técnicos expertos en conservación forestal,
les apliquen un cemento especial capaz de sellar el interior de su corazón. Y
con una pintura plástica impermeabilizar la superficie donde no esté protegida
por su propia corteza. Allí donde quede un agujero de difícil acceso y sin
riesgo de que penetre el agua, es aconsejable colocar una rejilla o tela
metálica que permita su oxigenación y evite la entrada de animales e insectos.
Una vez protegidos de esta manera, es urgente la poda. Ahora es la época. Si
estos admirables chopos, patrimonio del pueblo, se cuidan de este modo, no hay
duda que, su florecer en primavera, manifestará su agradecimiento,
ofreciéndonos su belleza y su frondosidad. Además, será una garantía de
longevidad para que puedan ser contemplados por futuras generaciones. Salvados
del exterminio y una vez curados de sus males, aportarán su flamante vegetación
en la celebración del cuarto centenario del “Voto a Nuestra Señora de la
Granja”, por parte del Consejo del pueblo. También es preciso aprovechas estos
eventos para dotar a este parque de unos mínimos recursos materiales.
El diseñador del suelo de este parque marcó en el suelo el rameado de otro árbol legendario, que cayó bajo el peso de los años en la década de los cuarenta del siglo pasado.
El chopo,
único superviviente
Por Pedro Taracena Gil
La Concentración Parcelaria de los años 50,
llevada a cabo en los pueblos de La Campiña de Guadalajara, Yunquera entre
otros, supuso unas de las obras más futuristas y eficaces de la época
franquista. Sin este evento, no hubiera habido despegue en el desarrollo
económico en esta comarca. Esto es un hecho histórico y como tal fácil de
comprobar. Con el minifundio existente en aquellos años, habría sido imposible
mecanizar el campo. Con el valor añadido de que, aquellos minifundios, trajeron
latifundios razonables y la mayoría de ellos de explotación familiar. Aquella
Concentración Parcelaria, en Yunquera, respetó aquellas parcelas comprendidas
dentro del cuadrado formado por la vía del ferrocarril, el Canal del Henares y
las dos acequias generales que transportan el agua del canal a las zonas de
regadío. También respetó, todas las fincas donde hubiera viñedos olivos o
árboles frutales de cualquier tipo. Si estas fincas disponían de alguna
edificación también eran excluidas. Con estas premisas, los ingenieros
agrónomos del Ministerio de Agricultura, se pusieron manos a la obra. No
obstante, en Yunquera de Henares, se respetó además un único camino, el camino
de la Virgen. El camino que une el pueblo con la ermita de Ntra. Sra. De la
Granja. Este único camino respetado, es ahora la única vía agrícola del término
municipal, que no dispone de un trazado recto. Sus curvas se conservan, tal
cual eran antes de la reforma parcelaria. Las generaciones que en aquellos años
aún no habían nacido, se preguntarán con asombro, cómo este camino es el único
torcido del campo del término municipal. Su respuesta obedece a una lógica que
tristemente, ahora ya no se hubiera dado. Este camino fue respetado porque sus
márgenes estaban pobladas de hermosos y ya crecidos chopos. Es decir, desde que
se cruzaba la vía del tren a la altura del cementerio, atravesando el Huerto
del Emiliano, para tomar, a través de una senda, el Camino de la Virgen, hasta
su llegada a la ermita, todo su recorrido se podía hacer bajo la sombra de los
frondosos árboles. De otro modo, este camino no existiría o su trazado sería
como su paralelo Camino Real. De este patrimonio forestal, sólo queda este
robusto chopo, que puede ser un superviviente de aquellos, o un tallo del
primitivo árbol. Ahora no tiene ningún sentido mantener dos caminos para ir al
mismo lado. En este caso el rectificar la trayectoria de la Historia, es
posible. También se puede recuperar el patrimonio talado o arrancado. Bastaría
contemplar con un poco de fuerza imaginativa, cómo sería la procesión de la
Virgen de la Granja en su ir y venir, del pueblo a la ermita, bajo un
permanente palio de frondosos ramajes de los verdes chopos, plantados a la vera
del camino. Pienso en el chopo por ser un árbol autóctono del pueblo y muy agradecido
con la abundante agua en la zona de regadío. Cualquier árbol sería bienvenido.
Pedir o exigir que quien los quitó o propició su desaparición, sea responsable
de su repoblación, sería de una tarea de locos. Ahora se impone, tomar
conciencia, de que no sólo es importante aumentar el patrimonio del pueblo,
sino también, es preciso recuperar el patrimonio perdido. Estamos en un pueblo que,
en su mayoría, es agrícola. El Ayuntamiento de Yunquera, la Hermandad de
Labradores, la Mayordomía de la Virgen de la Granja la Parroquia de San Pedro
Apóstol, y cualquier iniciativa vecinal o cultural, deberían de dar una
respuesta para devolver al Camino de la Virgen, su esplendor y su patrimonio
forestal. No sólo se trata de una iniciativa de estética, sino una aportación a
la biodiversidad del pueblo. ¡Qué bonito sería que los niños de ahora plantaran
su árbol donde constara su nombre y su fecha de nacimiento! Este camino debería
de quedar como totalmente peatonal, sólo visitantes y peregrinos camino hacia
el santuario. Tanto el camino, como el parque de la Virgen, es una barbaridad
que se inunde de coches, desnaturalizando la zona. Con todo ello, daríamos una
lección magistral a las generaciones venideras.
Hay que añadir que, la deforestación no ha sido
únicamente en el camino de la Virgen, aquellas viñas que la Concentración
Parcelaria respetó, hoy son parcelas de geometría irregular, integradas en
fincas concentradas con trazados totalmente geométricos. Quizá es mucho pedir
que nuestro pueblo recupere parte del patrimonio que nunca debió perder. No obstante,
invito a los yunqueranos que sueñen con hacer algún día este recorrido del
pueblo a la ermita, protegidos del sol y que los árboles que custodian el
camino acaricien con la sombra de sus ramas, la bellísima imagen de la Virgen
de la Granja.
Reflexión realizada del autor paseando por el camino
de la Virgen de la Granja.
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