En el Paseo de la Estación aún existen edificios, construidos posiblemente antes de la Guerra Civil. En uno de estos locales había instalado un molino de grano, para obtener pienso que comer las caballerías de los labradores. Y en la primera planta ascendiendo por una escalera común, se hallaban instaladas las Escuelas Nacionales, albergando también la vivienda de los maestros. A estas escuelas asistían las niñas y niños de 6 a 10 años, los pequeños como se les denominaba de forma genérica.
La curiosidad impulsada por la nostalgia, me hizo acercarme a esa puerta más y más, hasta poder contemplar su interior, iluminado por el sol de la mañana. Aquella escena contemplada a través de la mirilla de la puerta, clausurada desde hace no sé cuanto tiempo, me hizo retroceder al mes de octubre de 1950, cuando mi madre una vez cumplidos los seis años, me llevó como todas las madres hacían con sus hijos al cumplir la edad, para ser admitidos en la escuela del pueblo. En el caso de los chicos, la escuela de Don Santiago, docente que vivía con su esposa, Doña Nico. También recuerdo que la maestra de las niñas era Dona Tere. Al recreo salíamos cruzando el paseo a las Eras de Abajo. Un enorme espacio ocupado parte del año por unas enormes montañas de paja, propulsada a las alturas por una de las primera máquinas trilladoras del pueblo.
Volviendo a la escalera, el baúl de los recuerdos que todos llevamos dentro, me hizo subir y bajar aquellos peldaños, cargado con mi cartera de madrea hecha por mi padre y revivir la experiencia de mi primera escuela. Aunque esto no es hablar con propiedad porque no pocos niños del pueblo, tuvimos nuestra primera experiencia escolar en una especie de parvulario particular, llevado por la Señorita Carmen, que nos enseñó los primeros balbuceos con las vocales y consonantes. Algunos aspectos me vinieron a la mente, pasados por el crisol del tiempo. Aquel Don Santiago era un maestro atípico. No tenía el mismo prestigio y la buena fama que su colega de la escuela de los mayores. Para algunos padres no era de su agrado llevar a sus hijos a su escuela. Achacaban que no era muy buen maestro, pero sin abundar en más detalles. Y hubo algunos padres que hicieron que sus hijos se saltaran el ciclo infantil y fueron admitidos sin tener la edad en la escuela de mayores. No obstante, recuerdo que nos contaba historias de Santander, pues él parece que era montañés. Yo recuerdo vagamente que nos contaba las dificultades de obtener agua en las zonas áridas de España. Pero mientras en la escuela de mayores, se cantaba el Cara al Sol y otro himnos falangistas, Don Santiago nos enseñó la canción de la Tarara sí, la Tarara no... Canción popular más relacionada con República.
Versión pop de La Tarara
Ana Belén canta La Tarara MP3
A TRAVÉS DE LA MIRILLA DEL TIEMPO
Ana Belén canta La Tarara MP3
A TRAVÉS DE LA MIRILLA DEL TIEMPO
Restos del edificio de las antiguas escuelas
Al fondo se divisa una vetusta máquina aventadora. Más conocida por el localismo "arveladora".
LA TARARA
Tiene la Tarara
un vestido blanco
que sólo se pone
en el Jueves Santo.
La Tarara sí,
la Tarara no, (estribillo)
la Tarara madre
que la bailo yo.
Tiene la Tarara
un dedito malo
que no se lo cura
ningún cirujano.
(estribillo)
Tiene la Tarara
un cesto de frutas,
y si se las pido
me las da maduras.
(estribillo)
Tiene la Tarara
un cesto de flores,
que si se las pido
me las da mejores.
(estribillo)
Tiene la Tarara
unos pantalones
que de arriba abajo
todo son botones.
(estribillo)
Tiene la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
Canción popular de niños y mayores
No hay comentarios:
Publicar un comentario