HERÁLDICA DE TARACENA
Mi Escudo de Armas
Más tarde tuve la oportunidad de adentrarme en
textos de familias de Yunquera de Henares que siendo de apellido Taracena desearon
ser reconocidos sus títulos nobiliarios ante las Cortes de Valladolid. Allí un
tal José Taracena reclamaba un título de noble porque se creía que él y su familia
eran acreedores de tal reconocimiento. En este escrito se narraba que sus
antepasados disponían de una reseña nobiliaria en la Catedral de Huesca. Y
hasta Huesca me fui en busca de un jefe de taller que conocía a un canónigo de
la Catedral. El resultado fue infructuoso. Revisamos capillas, panteones, epitafios
sobre lápidas y no encontramos nada.
Volviendo al texto consultado mostraba una
respuesta de las mencionadas Cortes de Valladolid. El edicto establecía que
todo aquel que hubiera tenido participación en gestas más o menos guerreras, directa
o indirectamente, podían acreditar tales hechos y ser acreedor de
reconocimiento nobiliario. La respuesta de Las Cortes Castellanas al bueno de
José Taracena fue demoledor: Ni José Taracena y tampoco sus ascendentes habían
participado en ninguna acción que les acreditara como hijosdalgo. Tampoco como
hidalgo de bragueta. Es decir, padre que por haber tenido en legítimo
matrimonio siete hijos varones consecutivos, adquiría el derecho de hidalguía.
Tampoco podrían acreditar que tuvieran casas solariegas en Huesca.
Perteneciente o relativo al solar o linaje antiguo y noble. José Taracena resultó
ser pechero hijo de pecheros, pagadores de impuestos. No recaudadores de
tributos o contribuciones. Y el resto de los miembros de su familia eran
igualmente plebeyos.
Aunque Las Cortes de Valladolid dejaron en muy
mala posición a la familia de José Taracena, yo como portador de este dignísimo
apellido, aunque sin ninguna hidalguía, me sentí invadido por una serenidad muy
digna. Me sentía acreedor del título de serenísimo. En España este
tratamiento de serenísimo se otorgaba a los príncipes hijos de reyes.
También se daba como título a algunas repúblicas, como la de Venecia. Para
consumar el esperpento se me ocurrió acudir a Pinocho que, siendo un cuento,
todo quedaba en eso, una ficción literaria. Invito a todos aquellos que ya hayan
encontrado su noble linaje, que lo revisen.
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