LOS ENCIERROS

 











Fotografía realizada entre 2016 y 2017

LA FUENTE DE ABAJO O DE LOS “CUATRO CAÑOS”

 Esta magnífica fotografía que parece ser que ha sido ganadora de un premio, no seré yo quien la utilice para hacer una crónica sobre los encierros de Yunquera de Henares. Hay personas más ilustradas en el arte taurino de nuestro pueblo. Recortadores, espontáneos, corredores y hasta vareadores…

Esta fuente mantiene un caudal en sus cuatro caños desde tiempo inmemorial. Los cuatro caños están alojados en una caja de piedra, cubierta por una losa en forma piramidal. Tres de los caños son de fácil acceso y el cuarto vierte su agua hacia el gran pilón que ha servido de abrevadero de vacas, ovejas, mulas, caballos y borricos. Y por supuesto para los perros que, aunque callejeros, todos tenían sueño.

Este pilón estaba construido de piedra viva ensambladas las piezas con unas grandes lañas de hierro para garantizar su estanqueidad. El agua rebosaba el pilón y a través de una pequeña atarjea, el agua llegaba al lavadero público situado a unos metros de la fuente.

La restauración ha sido poco o nada afortunada. La piedra viva ancestral con la huella de los cántaros y botijos horadada por el tiempo, ha sido ocultada o reemplazada por piedra artificial. Un disparate…

El agua de esta fuente ha abastecido junto con la fuente de La Casilla, el agua para el consumo humano del pueblo. La fuente de La Casilla se abastecía del agua de Palacio. Sin embargo, en la época estival el agua preferida por todos era la de abajo, porque está más fresca. Los chicos puntualmente íbamos a llenar los botijos a la fuente de Los Cuatro Caños, antes de mediodía para que los hombres del campo tuvieran agua fresca al llegar a casa para comer.

Volviendo a la solana que cobijaba la fuente de Cuatro Caños, ésta era utilizada como sala de costura en invierno para las vecinas del barrio. Disponía de un empedrado y un sumidero donde se vertía el agua sobrante de la fuente y de la lluvia de los tejados de las casas adyacentes. Allí, sobre la propia reja del sumidero, yo cuando era un chaval acudía a lavar las patatas, para que después de su cochura revueltas con pienso o salvado, echábamos de comer a los cochinos. Muy cerca de allí subiendo la calle Real estaba el huerto familiar, más tarde se construyó el corral, con sus cortes y gallinero. Para completar las exigencias de una casa de labor, se edificó el cocedero para hacer y conservar el vino, el granero y una segunda plata donde se almacenaba las pacas de alfalfa.

 PEQUEÑA GALERÍA DEL BOTIJO Y DEL CÁNTARO



Beber a trago era un arte


Las escaleras era un buen lugar para lo botijos


La cantarera



El botijo que rezumaba el agua

Botijo sin usar


Botijos de tierra roja daban el agua más fresca...



Cántaro



Carrito para acarrear agua que mi madre importó se su pueblo Villaconejos. 


Capuchón hecho a ganchillo para evitar que entren los insectos



Beber a trago suponía un arte y un desafío


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